











A UNA AMIGA
No puedo confesar lo que ahora siento,
debo vivir en paz con mi agonía
anudando la voz del sentimiento
que aspira sólo a amarte... ¡Vida mía!
Este secreto me devora el alma.
No existe forma de apagar el fuego
que me devasta cuando estoy en calma
pensando en la inocencia de tu apego.
Ningún afecto entre tus ojos leo
¡Sólo amistad tu corazón abriga!
Si te expresara ¡Amor! Lo que deseo
podría perder a mi mejor amiga.
Tal vez jamás remitiré a tu puerta
la encendida pasión que ahora me guía...
¡Porque mi anhelo es que tu juicio advierta
lo que esconde mi voz... por cobardía!
¡Tanta quietud recibo al contemplarte,
y tanto gozo encuentro en tu presencia!
que prefiero vivir sin declararte
mi más hermosa y tierna confidencia.
Cuando de cerca tu respiro escucho
mis labios tiemblan y mi voz se trunca,
y todo callo porque te amo mucho
y no quiero perderte ¡Nunca... nunca!
Cuando en la cumbre de tu grato sueño
escuchas voces que te dicen: “¡Ven...!”
soy yo quien llama con tenaz empeño
para invitarte al celestial Edén.
¡Ay, si pudiera en explosivo instante
atraerte hacia mí con gran pasión
para darte en un beso delirante
mi ardiente y trastornado corazón!
Todos los días a mortal pelea
renuentemente suelo regresar;
como Sísifo retorna a su tarea,
como el agua revierte siempre al mar.
Es difícil callar este lamento...
pero si eres lo que mi alma ansía
hoy debo confesarte lo que siento
a riesgo de perderte ¡Vida mía!
Si te molesta lo que ahora escribo...
y mi actitud actual llega a ofenderte;
apagaré las llamas en que vivo...
con el abrazo frío de la muerte.
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