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miércoles, 31 de enero de 2018

Los tres cerditos en Navidad



En pleno corazón del bosque vivían tres cerditos, que eran hermanos. Su vida en el bosque era muy tranquila y divertida, paseaban a menudo, cantaba y jugaban sin parar. Sin embargo, siempre les acechaba un peligro: el feroz lobo.

Un día, el cerdito mayor les hizo una propuesta a sus hermanos. ¿Y si construimos una casa donde podamos sentirnos seguros de las amenazas de ese lobo? Los hermanos estuvieron de acuerdos y, ni cortos ni perezosos, se pusieron manos a la obra.

Cada uno construyó su propia casita. El más pequeño decidió hacerla de paja ya que esta era muy blanda y se podía sujetar con facilidad. De esa manera, no necesitaría esforzarse mucho, podría terminar pronto e irse a jugar. El hermano mediano hizo su casa de madera pues había muchos troncos por los alrededores. Así terminaría en un santiamén y podría jugar.

A diferencia de sus hermanos, el cerdito mayor decidió construir su casa con ladrillos. Era consciente de que necesitaría mucho esfuerzo y que tendría que invertir más tiempo que sus hermanos pero, como recompensa, tendría una casa más fuerte y resistente. De esa manera, estaría a salvo del lobo e incluso podría ponerle una chimenea donde asar las bellotas y hacer caldo de zanahorias.

Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaron y bailaron felices pues ya no tendrían que preocuparse nunca más por las amenazas del lobo feroz. Sin embargo, al poco rato, apareció el lobo y se dirigió directamente hacia los cerditos. Estos salieron corriendo hacia sus casas, pensando que allí estarían a salvo. Grande era el miedo, pero mayor fue el orgullo cuando los tres se sintieron seguros dentro de sus casas. Aunque esa alegría duró poco.

El lobo se dirigió a la casa del cerdito más pequeño. Después de mucho gritar y batallar con la puerta para poder entrar, sin conseguirlo, se apartó y comenzó a soplar sobre la casa. Sopló con todas sus fuerzas hasta que la casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño tuvo que salir corriendo para protegerse en la casa de su hermano mediano.

El lobo lo persiguió hasta la otra casita, donde los cerditos cantaban felices por haber escapado. Una vez más, el lobo arremetió contra la puerta para intentar entrar. Al ver que no podía, se alejó furioso y comenzó a soplar con todas sus fuerzas. La madera crujió y las paredes, que parecían tan fuertes, cayeron como si fueran palillos. Los cerditos salieron disparados hacia la casa de su hermano mayor.

Con un hambre atroz, el lobo persiguió a los cerditos hasta la casa de ladrillos. Los cerditos cantaban y bailaban de alegría hasta que escucharon al lobo intentando abrir la puerta, como había hecho antes. En cierto punto, el lobo se alejó y comenzó a soplar sobre la casa. Sopló, una y otra vez, pero a diferencia de las casitas anteriores, la casa de ladrillos era muy resistente y no consiguió derribarla. Entonces vio la chimenea y se le ocurrió entrar por allí.

El lobo trepó por la chimenea y comenzó a descender pero el cerdito mayor se percató y echó leña al caldero donde estaba haciendo una sopa de nabos. El lobo fue a parar al caldero de agua caliente, salió disparado de un solo brinco y no paró hasta llegar al lago. Los cerditos nunca más lo volvieron a ver.


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