En siglos pasados, el oro era recetado como medicina.
La gente pudiente masticaba láminas de oro y era añadido a las comidas en forma de polvo, como si fuera un condimento.
Por ejemplo, los alquimistas del rey francés Luis XII (1601-1643) le hacían beber gran cantidad de oro líquido para enderezar su maltrecha salud.
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