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viernes, 15 de febrero de 2019

¿Por qué a la Constitución de 1812 se le llama ‘la Pepa’?



El 19 de marzo de 1812, día de San José, los españoles nos dimos la primera Constitución de nuestra historia. De ahí el sobrenombre con el que se la conoce: “La Pepa”. O con el que se la celebró entonces: “¡Viva la Pepa!”.

“¡Viva la Pepa!” fue, sin duda, el primer lema político, la primera frase publicitaria política, de nuestra edad contemporánea.

La aprobación de la Constitución de Cádiz no fue, como muchos piensan, un acto revolucionario ni tampoco una ruptura con el pasado, porque fueron los legítimos representantes, desde la legalidad de ese momento, quienes así lo acordaron.

Su referente más actual quizá sea la Ley para la Reforma Política, de 1977, aprobada por las Cortes Franquistas que posibilitaron después la transición a nuestro actual sistema democrático.

Entre aquellos 296 diputados que conformaron las Cortes Generales de Cádiz, las primeras cortes constitucionales netamente españolas, la clase más representada fue paradójicamente la eclesiástica, con noventa miembros del Parlamento.

Recordemos que “la Pepa” estableció el sufragio, la soberanía popular, la abolición de la inquisición, el reparto de tierras, la libertad de industria y el sistema de división de poderes que disfrutamos hoy.

Además de sacerdotes, entre aquellos 296 padres fundadores de la Constitución había abogados –56-, altos funcionarios –49-, militares –30-, y catedráticos –15-.

El número de nobles –14- fue exiguo.

Y era lógico, porque “la Pepa” acababa con los privilegios del Antiguo Régimen. Del Absolutismo. O sea, de sus prerrogativas y mercedes.

El regreso, desde Francia, del rey absolutista Fernando VII acabó con los aires de libertad y de progreso que había traído a España la Constitución de Cádiz.

Los partidarios de la Pepa comenzaron a ser perseguidos por los absolutistas.

El rey Fernando VII odiaba tanto la Constitución de Cádiz que no se limitó simplemente a derogarla. Prohibió la frase popular de “¡Viva la Pepa!”. Y ordenó a sus cuerpos de seguridad que persiguieran a aquellos que hicieran uso de ella.

Los liberales, en consecuencia, la hicieron más suya si cabía y comenzaron a utilizarla, a modo de consigna, para identificarse entre ellos.

Años después, con el pronunciamiento del general Rafael Riego, en 1820, que restituyó el régimen constitucional -y en épocas posteriores- el “¡Viva la Pepa!” adquirió una naturaleza de grito subversivo liberal frente al poder absolutista.

El uso irónico de la frase por los enemigos políticos de los liberales terminó transformando el sentido original del “Viva la Pepa” en un sentido contrario, ya que hoy se emplea como sinónimo de anarquía, de desorden o incluso de indolencia.

Cuando se dice de alguien que es un “viva la Pepa” se suele sugerir que es un irresponsable o un desocupado.

Nada más alejado de la realidad de lo que representó aquella histórica Constitución de Cádiz, que marcó el comienzo de nuestra era política.

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