Dani estaba muy disgustado con Papá Noel. Era un niño muy bueno, pero le molestaba tremendamente ver que casi todos los años muchos otros niños, claramente más malos, recibían más juguetes por Navidad. Y fueron tantas sus quejas, que una noche el propio Papá Noel apareció con el trineo en su habitación, y le llevó con él al Polo Norte.
- Quiero enseñarte el mayor de los secretos - le dijo Papá Noel -. Si vienes te mostraré cómo decidimos cuántos juguetes recibe cada niño en Navidad.
Cuando llegaron, Santa Claus le mostró algunos raros artilugios, mientras le explicaba:
- Esto fue nuestro primer medidor de juguetes. Era una balanza, y los juguetes se regalaban por peso. Dejamos de usarlo cuando un niño recibió tantos globos que al explotar derrumbaron las paredes de su casa.
- Ese otro con forma de molde se llamaba 'igualator'. Servía para asegurarnos de que todos los niños recibieran los mismos juguetes, pero como luego no tenía gracia cambiarlos con otros niños, nadie los quería... Puff, casi me quedo sin trabajo, hubo un año que apenas recibí unas pocas cartas y tuvimos que cambiarlo a toda prisa...
Y así fue hablando de los inventos que habían utilizado; algunos realmente ridículos, otros un poco simplones, hasta que finalmente dijo:
- .. pero todo se arregló con este invento, y desde entonces cada año recibo muchos más millones de cartas que el anterior. Se llama Felicímetro, y sirve para medir la felicidad de los niños. Cuando visitamos un niño, ponemos en el felicímetro todo lo que tiene, y automáticamente nos dice los mejores regalos para él.
- Pues debe estar estropeado, a mí siempre me tocan pocos regalos... - protestó el niño.
- ¡Qué va! funciona perfectamente. Los niños que como tú tienen muchos amigos, unos papás y hermanos que les quieren mucho, son generosos y no buscan la felicidad en las cosas, tienen miles de puntos en el felicímetro, y regalarles muchos juguetes sólo podría bajárselos. Sin embargo, los niños que están más solos, o cuyos papás les hacen menos caso, o que no tienen hermanos ni amigos, tienen tan pocos puntos que da igual cuántos regalos añadamos al felicímetro: nunca pasan de la mitad... ése es el gran secreto del felicímetro: reciben más quienes de verdad menos tienen.
Como no parecía terminar de creerlo, aquella Navidad Dani acompañó a Santa Claus en su trineo llevando el felicímetro, comprobando él mismo cómo quienes más regalos recibían eran los menos felices de todos. Y no pudo evitar llorar cuando vieron un niño muy rico pero muy triste, que después de haber abierto cien regalos, pasó la noche solitario en su habitación...
Y sintió tanta pena por esos niños, que ya nunca más volvió a envidiar sus regalos y sus cosas, y se esforzó cada día por hacerles llegar a aquellos niños una pequeña parte de su gran felicidad.
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