Si algo saben hacer en Francia son símbolos: la torre Eiffel, la baguette... Entre ellos está la toma de la Bastilla.
En 1789, el pueblo francés estaba harto de su rey. La Bastilla se había convertido en el símbolo de sus desmanes después de estar allí detenidos personajes como Voltaire o, en ese momento, el Marqués de Sade, partidario de la revolución. Para atizar más leña al fuego, el prisionero aseguró que iban a matar a los encarcelados gritando desde la ventana de su celda. El 14 de julio, los revolucionarios decidieron tomar la prisión de julio, que guardaban más de un centenar de soldados. La sorpresa vino cuando, tras la toma, descubrieron que solo había siete prisioneros y que el Marqués de Sade había sido transferido a un manicomio unos días antes.
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