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miércoles, 29 de noviembre de 2017

Felipe V: Un loco depresivo



Conocido primero como ‘El Animoso’, y más tarde como ‘El Meláncólico’, el rey Felipe V sufría de neurosis maniaco-depresiva. Estas son algunas de sus locuras.

Era apenas un chaval cuando el futuro Felipe V de España fue arrancado de la corte de Versalles para emprender el viaje a Madrid y ser nombrado monarca. Se trataba de un niño delicado, criado entre mimos y atenciones, y con tendencia a la melancolía. Dicen, de hecho, que padecía de trastorno bipolar: pasó por épocas de gran animosidad (de ahí el primero de sus motes), mostraba mucho valor en el combate y una frenética actividad sexual con la que fue su primera mujer, María Luisa Gabriela de Saboya.

De hecho, fue después de quedar viudo cuando sus ataques de melancolía comenzaron a ser más acusados. Sufría brotes depresivos, violentas pesadillas, astenia e hipocondría, todo alternado con épocas de mayor estabilidad y lucidez. En 1728 Felipe V cayó en uno de sus peores vapores melancólicos: llegó a recibir a algunos embajadores descalzo, en camisa de dormir e incluso sin pantalones. Estaba obsesionado con que podía ser envenenado a través del contacto de la piel con la ropa, así que vestía siempre con la misma camisa. Más adelante se negó a que le cortaran las uñas, y su aspecto no podía ser más rocambolesco: con su ropa hecha jirones, sin afeitar, y con las uñas de los pies tan largas que apenas podía caminar.

Sufría fuertes alucinaciones, y en algunas de ellas se creía una rana. Y hasta alguna vez le pillaron intentando montar a los caballos representados en los tapices de los Reales Alcázares. Comenzó a deambular por las noches y a tener los ritmos cambiados. No era infrecuente que convocara a su consejo a altas horas de la madrugada.

El rey que no quería ser rey

Es posible que la pesada carga del reinado potenciara más aún las manías de Felipe V. A fin de cuentas, era muy joven cuando lo sacaron de la refinada corte de Francia para llevarlo a una tierra extraña, rodeado de desconocidos y cuyo idioma apenas conocía.

De hecho, Felipe V intentó dejar su reinado en varias ocasiones. La primera, en 1724, cuando abdicó a favor de su hijo Luis, cuyo reinado fue breve, ya que murió de viruela tan solo ocho meses después de haber sido nombrado rey. Además, puesto que no era mayor de edad, durante el breve paso por el trono de Luis I, su padre tuvo que estar al tanto de todo, por lo que nunca pudo quitarse de encima las obligaciones propias de un monarca.

Su hijo Fernando era aún demasiado pequeño como para ser rey, así que, a pesar de desear abdicar de nuevo, Felipe V, 'El Melancólico', tuvo que volver a ocupar el trono tras el fallecimiento de Luis. Dicen, sin embargo, que la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa del rey, fue quien asumió el mando casi desde el principio de su matrimonio, en 1714. Se ocupaba de muchos de los asuntos reales, haciendo y deshaciendo a su gusto mientras el trastornado Felipe se dedicaba a sus locuras y a sus encierros depresivos.

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